UDI 5. EL PERÍODO DE ENTREGUERRAS (1919-1939)
TEXTO 6
“La clase alta, sin embargo,
dueña del poder y de la riqueza, no se dio cuenta del peligro que
amenazaba el frágil equilibrio de su posición. Los ricos se
divertían bailando el charlestón y los nuevos ritmos el jazz, el
fox-trot y unas cumbias de negros que eran una maravillosa
indecencia. Se renovaron los viajes en barco a Europa, que se habían
suspendido durante los cuatro años de guerra y se pusieron de moda
otros a Norteamérica. Llegó la novedad del golf, que reunía a la
mejor sociedad para golpear una pelotita con un palo, tal como
doscientos años antes hacían los indios en esos mismos lugares. Las
damas se ponían collares de perlas falsas hasta las rodillas y
sombreros de bacinilla hundidos hasta las cejas, se habían cortado
el pelo como hombres y se pintaban como meretrices, habían suprimido
el corsé y fumaban pierna arriba. Los caballeros andaban
deslumbrados por el invento de los coches norteamericanos, que
llegaban al país por la mañana y se vendían el mismo día por la
tarde, a pesar de que costaban una pequeña fortuna y no eran más
que un estrépito de humo y tuercas sueltas corriendo a velocidad
suicida por unos caminos que fueron hechos para los caballos y otras
bestias naturales, pero en ningún caso para máquinas de fantasía.
En las mesas de juego se jugaban herencias y las riquezas fáciles de
la posguerra, destapaban el champán, y llegó la novedad de la
cocaína para los más refinados y viciosos.”
Isabel Allende. La Casa de los
Espíritus. Ed. Plaza y Janés. Barcelona, 1992.
TEXTO 7
“Nada hacía
presumir en aquella apacible mañana otoñal del jueves 24 de
octubre, que pasaría a la historia como una de las fechas negras del
siglo, el jueves negro de Wall Street.
La sesión bursátil se inició
de forma sostenida, pero en seguida afluyeron grandes cantidades de
papel y se hundieron los precios. Los angustiados especuladores
arrojaron sus títulos sobre las mesas de contratación. El ticker
(teletipo) se retrasó. Los agentes de bolsa exigieron garantías
para los títulos a crédito y ante la imposibilidad de obtenerlos,
volcaron nuevas remesas de papel sobre la bolsa, ocasionando nuevas
bajadas. Y así ola tras ola, levantando una tempestad más fuerte e
incontrolable.
En la calle se originaron
tumultos entre especuladores y curiosos que se arremolinaban en Wall
Street. La policía tomó medidas. Entre los corrillos circuló el
rumor de que once especuladores arruinados se habían suicidado. A
las 12'30, para controlar el follón, se ordenó desalojar las
dependencias de la bolsa reservadas al público. Uno de los que salió
a la calle fue Winston Churchill, que pocos meses antes había
abandonado el Ministerio de Hacienda británico.
Churchill se admira del “orden
y la calma sorprendentes” que, dada la gravísima situación,
mantenían los especuladores que estaban allí (...) ofreciéndose
unos a otros paquetes enormes de acciones a un tercio de sus antiguos
precios y a la mitad e su valor actual y sin encontrar durante muchos
minutos a nadie lo bastante fuerte como para recoger las fortunas que
se veían obligados a ofrecer”. Churchill, que llevaba tres meses
en América dando conferencias y visitando amigos, había obtenido
unas ganancias de na 5.000 libras jugando a la bolsa. Debió perderlo
todo en el crack, pero jamás lo hizo público.”
David Solar. El crack.
Historia Universal del siglo XX. Historia 16.
TEXTO 8
“La guerra de
1914 no fue impuesta a las masas -Dios es testigo de ello-, sino todo
lo contrario, deseada por todo el pueblo […] También para mí
estas horas fueron como una liberación de penosas impresiones de mi
juventud. No me da ninguna vergüenza decir hoy que, transportado por
un entusiasmo tumultuoso, caí de rodillas y agradecí al cielo de
todo corazón el haberme otorgado la dicha de poder vivir en una
época como aquella […] [Para los alemanes, sin embargo] […]
¡fueron vanos todos los sacrificios y todas las privaciones!, ¡fue
en vano haber sufrido hambre y sed durante meses interminables;
inútiles las horas en que, oprimidos por la angustia de la muerte,
cumplíamos, sin embargo, con nuestro deber! ¡Inútil el holocausto
de dos millones de hombres que encontraron la muerte!
¿No van a abrirse las tumbas
de estos centenares de miles de hombres, que un día salieron de las
trincheras para no volver jamás? ¿No debieran abrirse y enviar,
como fantasmas vengadores, a los hombres mudos, cubiertos de lodo y
de sangre, hacia la patria que con tal irrisión les escamotea el
supremo sacrificio que un hombre puede hacer por su pueblo en este
mundo? […] ¿Fue este el objetivo del sacrificio que la madre
alemana ofrendó a la patria, cuando con su corazón transido dejó
partir a sus hijos más queridos, para no volver a verlos jamás?
¿Todo esto ocurrió para que un puñado de criminales pudiera
apoderarse de nuestro país?”
Adolf Hitler. Mi lucha.1924.
TEXTO 9
“Todo lo que
admiramos en este mundo -la ciencia, el arte, la habilidad técnica y
la inventiva- es producto creador de un número reducido de naciones
únicamente y en su origen, quizá, de una sola raza. La existencia
misma de esa cultura depende de aquellas naciones. Si las mismas
pereciesen se llevarían consigo toda la belleza de esta tierra.
Si dividiéramos a la raza
humana en tres categorías -fundadores, conservadores y destructores
de la cultura- sólo la estirpe aria podría ser considerada como
representante de la primera categoría (...). La mezcla de la sangre
y el menoscabo del nivel racial que le es inherente constituyen la
única y exclusiva razón del hundimiento de las antiguas
civilizaciones. No es la pérdida de una guerra lo que arruina a la
Humanidad, sino la pérdida de la capacidad de resistencia, que
pertenece a la raza solamente (…).
El antípoda del ario es el
judío. Es difícil que exista en el mundo nación alguna en la que
el instinto de la propia conservación se halle tan desarrollado como
en el "pueblo escogido". La mejor prueba de ello la
constituye el hecho de que esta raza continúa existiendo. Si pasamos
revista a todas las causas del desastre alemán (en la pasada
guerra), advertiremos que la causa final y decisiva habrá de verse
en el hecho de no haber comprendido el problema racial y, en
especial, la amenaza judía.”
A. Hitler. Mi Lucha. 1925.
TEXTO 10
"El programa es claro.
Hele aquí: eliminación total, segregación completa. ¿Qué
significa eso? Eso significa no sólo la eliminación de les judíos
de la economía alemana, -eliminación que ellos han merecido por sus
crueldades y por sus incitaciones a la guerra y al asesinato-. ¡Esto
significa mucho más!
No se puede consentir que el
alemán viva bajo el mismo techo que los judíos, raza marcada de
asesinos, de criminales, de enemigos mortales del pueblo alemán.
Por consiguiente, los judíos
deben ser expulsados de nuestras casas y de nuestros barrios y deben
estar alojados en calles y en casas donde estén juntos y tengan el
menor contacto posible con los alemanes. Es preciso estigmatizarles y
quitarles el derecho de poseer en Alemania casas e inmuebles, pues no
es conveniente que un alemán dependa de un propietario judío y que
le alimente con su trabajo.
Una vez que viva en un
aislamiento completo, este pueblo de parásitos se empobrecerá, pues
no puede, ni quiere trabajar por sí mismo. Caerán todos en la
criminalidad como consecuencia de la propensión de su raza. Pero
nadie crea que en este caso nosotros observaremos tranquilamente tal
evolución. El pueblo alemán no tiene ganas de tolerar en su
territorio a centenares de miles de criminales que sólo mediante el
crimen quieren asegurar su existencia, ¡sino también ejercer
todavía la venganza! Menos aún tenemos ganas de soportar a estos
centenares de miles de judíos depravados, una guarida de
bolchevismos y un refugio para el desecho criminal que, mediante un
proceso natural de eliminación, se extienda a nuestro propio pueblo.
Si quisiéramos tolerar
semejante cosa, el resultado sería una conjura de los bajos fondos
tal, que quizá es posible en América, pero indudablemente no en
Alemania. Si tal evolución se produjese, nos encontraríamos frente
a la dura necesidad de exterminar los bajos fondos de la misma manera
que tenemos la costumbre de exterminar a los criminales en nuestro
Estado: mediante el fuego y la epada. El resultado será la
desaparición efectiva y definitiva del judaísmo en Alemania, su
destrucción total.”
Afirmaciones antisemitas
publicadas en la prensa nazi. Periódico Das Schwarze Korps. 24 de
noviembre de 1938.
Recogido en M. Laran y J
Willequet. L’epoque contemporaine (1871-1965). 1969